Arte cretense-micénico
La isla de Creta, centro de la cultura egea, por su situación privilegiada en un mar de rutas comerciales, fue el solar de una cultura que sirvió de inspiración a las zonas occidentales más próximas. Alargada y de costas muy recortadas, es la mayor de las islas del archipiélago griego. Knossos, la principal ciudad antigua, fue residencia del Minos o rey cretense. 
Los cretenses se dedicaron sobre todo al comercio, siendo los intermediarios de las transacciones de productos entre los países del Mediterráneo y los más avanzados navegantes de su tiempo.
Posiblemente, los cretenses tuvieron un gran sentido del orden y de la comodidad. Sus palacios estaban bien iluminados y ventilados. El arte despliega una concepción artística muy diferente de la de los egipcios y los mesopotámicos.
La trascendencia del papel que desempeñaban en la vida cretense las procesiones, las fiestas, los espectáculos de lucha y los torneos, los toros, las mujeres, y sus ademanes de coquetería, fue manifiesto.
Los monumentos de Creta dan testimonio de la existencia de formas de vida señoriales, de una corte fastuosa, de palacios espléndidos, de ricas ciudades, de grandes latifundios. El elemento decorativo, el gusto por lo refinado y la virtuosidad, por lo delicado y gracioso, alcanza aquí su máximo exponente. Unas formas de vida más independientes, más espontáneas y elásticas engendran un arte más individualista, más libre estilísticamente y más amante de la naturaleza.
La osadía de los temas, la renuncia a la solemnidad representativa, y la preferencia por lo profano y lo episódico, por los motivos vivientes y dinámicos, así como una composición más libre, más desembarazada y más pictórica en contraste con los convencionalismos compositivos del arte egipcio y mesopotámico, son característicos.
Creta nos acerca a Occidente. La imagen deja de tener una significación mágica. Nace el artista con personalidad propia y se crea el placer de la contemplación artística y el sentido de la belleza en sí misma. No obstante, el arte cretense tiene sus convencionalismos antinaturalistas y sus formas abstractas: casi siempre descuida la perspectiva, faltan las sombras en sus pinturas, los colores son uniformes, y la forma de la figura humana se pinta más estilizada que la de los animales.
En cuanto a la cultura micénica fue militar, guerrera y defensiva. Las ciudadelas fueron verdaderas acrópolis. Se encontraban bien fortificadas, en lugares escarpados, dominando la llanura o vigilando un lugar de paso. Grandes murallas y torres, a base de gruesos bloques de piedras colocadas unos sobre otros, aseguraban la defensa.
En la arquitectura cretense destacaron los palacios. El palacio se hallaba formado estructuralmente por complicados conjuntos de construcciones rectangulares o dependencias (almacenes, dormitorios, salas de recepción, baños, etcétera) a lo largo de pasillos de hasta 100 metros de longitud. En Micenas destacó el tipo de vivienda llamado megarón, que no sólo sirvió para reuniones de carácter civil, sino para celebrar actos religiosos, y que fue, en realidad, el germen del templo dórico griego.
En Micenas destacó el tipo de vivienda llamado mégaron, que no sólo sirvió para reuniones de carácter civil, sino para celebrar actos religiosos, y que fue, en realidad, el germen del templo dórico griego. El mégaron está formado longitudinalmente por una sala o cámara rectangular sostenida por cuatro columnas y en cuyo centro se halla el hogar, con salida de humo y entrada de aire, precedida de una antecámara y pórtico, y ante éste, un patio,en cuyo eje longitudinal se levanta un altar, como en el mégaron de Tirinto.
En los palacios minoicos, se han encontrado restos de pinturas murales, donde aparecen representadas escenas que refieren la vida de los habitantes de Creta. Procedentes del Palacio de Knossos, destacan: La tauromaquia, considerada como la representación de un ritual de fertilidad donde un acróbata salta sobre un toro encarrerado.
 
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